Hoy quería reflexionar sobre la actitud de algunos de nuestros partidos políticos a nivel nacional, y es que viendo los debates parlamentarios se observa que los argumentarios se repiten una y otra vez.
Desde el arco progresista podríamos empezar por el propio nombre que se asignan. ¿Como podría ser malo un partido progresista? El progreso es una palabra con una connotación altamente positiva, el progreso es avanzar, mejorar, evolucionar.
Un partido progresista busca la redistribución de la renta que hará que los ricos entreguen amablemente su dinero, incluso con una sonrisa en la boca, para dárselo a los que menos tienen y además pagar una larga lista de servicios públicos gratuitos y universales.
Quién en su sano juicio podría oponerse a este plan tan maravilloso. El socialismo, y para los más puristas el comunismo, vende la idea de felicidad. Es por esto, que estas ideas siempre se han asentado en épocas de dificultad y crisis.
En los malos momentos, aparecen políticos populistas relatando lo malos que son los demás y prometiendo justicia poética si ellos implementan (de nuevo) las ideas socialistas.
En Venezuela, el gobierno de Nicolas Maduro llegó a crear el Viceministerio para la Felicidad Suprema del pueblo.
El socialismo vende intangibles, vende felicidad, paz, justicia, derechos, etc. única y exclusivamente a cambio de poder. Es decir, el pueblo entrega su libertad y el Estado se encarga de todo.
Evidentemente las ideas socialistas tienen un principio sentimental, la historia nos hace de spoiler dramático y el desenlace siempre es pobreza extendida a toda la población, a excepción de los gobernantes.
Cuando le recuerdas a un socialista los intentos llevados a cabo a lo largo de la historia para implantar estas ideas, suelen argumentar que eso no fue un socialismo bien implantado y que el buen socialismo será el siguiente, en donde reinará la paz y todos los ciudadanos tendrán igualdad económica, justicia social y las flores crecerán sobre el cemento.
El progresismo suele utilizar términos como:
- Escudo social, para nombrar a los paquetes de ayuda que siempre se han diseñado en épocas de crisis.
- Reforma fiscal, para anunciar lo que siempre se ha conocido como subida de impuestos.
- Mayoría social, para dar mayor respaldo a un argumento individual.
- Jarabe democrático, para blanquear el acoso a políticos de otros partidos.
Palabras unidas con el objetivo de suavizar, hacer propaganda, marketing o esconder su verdadero significado.
El socialismo apela al sentimentalismo, a la ilusión, a la felicidad, a la justicia, a los derechos sociales, al feminismo, a la ecología, a ayudar al más necesitado. Al mismo tiempo crea un relato en el que siempre hay un enemigo externo al que etiquetan con el objetivo de su estigmatización social.
Si no asumes el discurso único social-comunista como propio, entonces serás machista, homófobo, fascista, racista o lo que tenga que ser, porque ellos son el bien y el resto el mal.
Durante estos años hemos visto a políticos como Pablo Iglesias e Irene Montero predicar sobre redistribución de la riqueza, combatir la pobreza y conseguir la igualdad, mientras que se hacían con un inmenso patrimonio personal, el cual hubiera sido muy complicado conseguir fuera de la vida política.
Son conceptos tan ilusorios que calan rápidamente en las conciencias de los más necesitados, además los medios de comunicación afines al poder como La Sexta, manipulan, ensalzan o blanquean la información con el único fin de moldear conciencias que se traducirán en votos.
Siempre que un proyecto socialista fracasa suceden dos cosas:
- La culpa siempre la tiene un tercero (el anterior gobierno, la oposición, Europa, EEUU, el Poder Judicial, periodistas, etc.)
- La solución siempre es más Estado. Es decir, que cada vez mas recursos pasen por el Estado para que sea éste quien disponga de ellos y los redistribuya. Más Estado quiere decir menos libertad y más poder para el Gobierno.
Y si esto fuera la solución, no debería el Estado tener el 100% del poder y la población estar bajo su responsabilidad. Y siendo esto así, no deberíamos pensar en el Estado como un ente casi divino que nunca se equivoca y siempre piensa en el bienestar de sus ciudadanos.
La izquierda suele arrogarse una superioridad moral injustificada, pero hay que reconocerles el saber componer un relato de best seller con principio de cuento y final dramático. La historia debe servir de guía para evitar pagar con libertad a vendedores de ilusiones
"El hambre y la sed te llevan a nuevos lugares"
@jotaliberty
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